Sergio de Carabias

Sergio de Carabias

miércoles, 27 de febrero de 2013

Pajarillos de la Quinta de los Molinos


Para no perderme el momento de máxima floración de los almendros del madrileño parque de la Quinta de los Molinos, he querido acercarme en los últimos días un par de veces para controlar su avance. En ambas ocasiones, y pese a no encontrarse todavía en su punto álgido de blancura, ha merecido la pena por la de simpáticos amigos que se han dejado ver y fotografiar.

Entre los parus, se encuentra algún carbonero garrapinos y muchos comunes muy entretenidos en la pela de las pocas almendras que todavía quedan por el suelo.

Carbonero garrapinos "Parus ater"

Carbonero común "Parus major" en equilibrio con su querida almendra recién descubierta


Vista frontal

Vista posterior



También me encontré con un precioso pinzón vulgar macho más preocupado de su ensalada que de mi "paparazzistica" presencia.



Pinzón vulgar "Fringilla coelebs"













A ver qué tenemos para comer hoy...


De primer plato brotes de hierba y de postre néctar de flor de almendro mmm...


Y como buen español fino, después de comer, siente frío...




Y siguiendo con el paseo apareció un reyezuelo listado macho por aquí...

Reyezuelo listado macho "Regulus ignicapilla"


  y un mosquitero común por allá

Mosquitero común "Phylloscopus collybita"



Y cómo no, varios petirrojos siempre de espíritu intrépido y gran valor que salen al encuentro del caminante a saludarle.











Petirrojo bajo la nieve



De pronto, una silueta con forma de proyectil apuntado rasga el cielo con un estridente grito. Aguardo, paciente, unos instantes pero por lo visto hoy no quieren entrar en tamborileos de ningún tipo.

El pico picapinos "Dendrocopus major" vuela junto a su pareja de copa en copa quizás, en busca de su nuevo hogar.


Y por último, me fijo en un bando de pinzones levanta el vuelo desde la hierba hasta unos rosales cercanos. Una hembra del grupo me llama especialmente la atención... Y es que se trata de una fémina de picogordo para sorpresa y novedad mía, ya que nunca antes me había topado con esta especie. Intento buscar otros picogordos en el bando, especialmente algún macho pero ni rastro... Posiblemente se hayan ya internado en la espesura de la vegetación. Para la próxima vez queda, pues.


Hembra de picogordo "Coccothraustes coccothraustes"

domingo, 17 de febrero de 2013

Mediados de febrero en Rascafría

No importa que en Madrid se pueda gozar ya de unos primaverales 15ºC para que en la Sierra apenas se pase de los 0. Aun así, el ritmo de la vida salvaje es frenético en estas fechas. Entre los floridos avellanos y álamos blancos acuden los pequeños Parus en su incesante búsqueda de insectos. Almendros, ciruelos y demás prunus, con las yemas de flor bien redonditas y a punto de estallar son también parada obligada de la tropa de pillos integrada por carboneros y herrerillos. En la madreselva, todavía a medio vestir, una pareja de mitos comienza a tejer su nidito sin importarles estar siendo observados de continuo por la familia dueña del jardín. Las cigüeñas, desde lo alto de torres, campanarios y algunos fresnos desmochados, no cesan de crotorar anunciando al Valle su regreso invernal. Abajo en los prados, algunas vacas han parido hace pocos días y otras, lo harán de forma inminente. Falta más de un mes para la primavera pero más vale que todo esté bien preparado para su llegada.



Trepador azul "Sitta europaea"


Carbonero común "Parus major"

Cigüeña blanca "Ciconia ciconia"


Cigüeñas en el campanario de Alameda del Valle restituyendo sus nidos

Elegante y esbelta, en su empeño de resultar atractiva, se pinta hasta la raya del ojo



Retahíla de vacas a punto de ser mamás

Recentales de pocas horas de vida


Pico picapinos macho "Dendrocopos major".
 Todavía sin haber entrado en la época de celo, ha resultado ser toda una casualidad
descubrirlo en lo alto de un fresno merendando.



martes, 12 de febrero de 2013

Repoblando en el Valle del Ambroz

El pasado fin de semana, aprovechando que acabábamos exámenes, fuimos Almu y yo a repoblar junto a la organización Adenex en el norte de Cáceres.


Baños de Montemayor fue el pueblo elegido para pernoctar. Situado en plena vía de la Plata es famoso por sus termas de origen romano y aguas sulfuradas que impregnan el ambiente de un olor más que intenso pero que, sin embargo, son especialmente interesantes por sus propiedades terapéuticas.

El sábado por la mañana nos levantamos a las 8 para dirigirnos hacia las inmediaciones del vecino pueblo de la Garganta para comenzar con la repoblación. Todos los plantones eran de castaño y tendrían unos 3 años de edad. Como nos explicaron, se trataba de híbridos entre Castanea sativa y otras especies de castaño orientales para garantizar su supervivencia a la enfermedad de la tinta provocada por el hongo Phytophthora spp, también originario de Oriente. Es por esta razón por la que los castaños asiáticos, al coevolucionar durante miles de años con el hongo, son los únicos capaces de superar la enfermedad extendida a comienzos del siglo XVIII por todo el mundo.



Remolque con los plantones de castaño

Enseguida, el grupo integrado por unas 70 personas de variada procedencia y condición echando el zacho, el sacho o la azadilla al aire comenzamos a minar el terreno para rellenarlo de nueva vida y esperanzas.

Después de medio día, cambiamos de posición y nos trasladamos a un terreno próximo en el que seguimos con la misma labor. A los pocos minutos, una voz infantil sobresaltó a los demás al grito de "¡Una culebra! ¡una culebrilla!" Al aproximarnos hacia lo que el padre del chaval sostenía en la mano la sorpresa fue mayúscula cuando comprobamos que se trataba de un eslizón tridáctilo. El pobre había sido seccionado involuntariamente por la zona anterior a las patas posteriores. El hombre, un poco apesadumbrado llegó a decir esperanzado que con este frío seguramente cerrara la herida y sobreviviera... Ojalá la autotomía que caracteriza a los lagartos funcionara desde la cintura pelviana. Al rato, otras personas sacaron más eslizones con la azada; en esta ocasión, enteros. ¡En total llegaron a descubrirse hasta cinco! Me sorprendió la abundancia de este animalito en aquel lugar exacto.


Eslizón tridáctilo ibérico "Chalchides striatus"

Detalle de la extremedidad superior derecha. Obsérvese la tridactila.

Chalchides striatus

Por la tarde fuimos todos a Hervás que celebraba el Carnaval con un animado pasacalles de disfraces.

Al día siguiente, el domingo, nos trasladamos de nuevo cerca de Garganta aunque cambiando en esta ocasión de emplazamiento. Esta vez acabamos un poco antes y para celebrarlo asamos unas pocas castañanas que salieron riquísimas: dulcecitas como nunca antes las había probado.



Foto de familia repoblando castaños en el Valle del Ambroz


miércoles, 6 de febrero de 2013

Rastro de tejón y antiguo colmenar

El pasado domingo me acerqué por tercera vez a las Lagunas del Carrascal, en Villalba de Duero. En esta ocasión contaba con un importante aliciente: el estreno de mis nuevos prismáticos que Almu me regaló por Navidad.


Lo primero en dejarse ver fueron algunas fochas y cormoranes. Enseguida hizo acto de presencia la elegante señorita de otras veces: la garceta grande que tanto cariño le estoy cogiendo pese a que ella se empeñe en mantener una distancia de seguridad más que prudente y es que, igual que me miró, levantó el vuelo y se fue a otra laguna colindante.




Siguiendo con el paseo no tardé en volver a dar con ella. Próxima a la garceta pero sobre la lámina de agua, una bandada de  nueve porrones descansaba confiadamente con la cabeza escondida bajo el ala.





De pronto, un rastro en el suelo llamó mi atención. En un principio pensé que podría ser de nutria ya que, desde siempre, he tenido la sospecha de que algún ejemplar habite por el lugar; sin embargo, al fijarme con más atención me sorprendió lo marcado de las uñas, señal característica del tejón, maestro de las artes excavatorias. Ciertamente acogí su presencia con gran sorpresa e ilusión; próximo a la zona se sitúa una colina de sustratos arenosos y poblada de pinos y encinas donde confío se encuentre la tejonera y pueda localizarla.






Pero la mayor sorpresa todavía estaba por llegar... Escuché un par de cuervos que graznaban y revoloteaban en torno a otro pájaro gris del mismo tamaño montando un escándalo tremendo. Me pareció una gaviota pero cuando tras unos instantes los córvidos se marcharon, el pájaro gris salió volando y entonces pude verle mucho mejor. Sobre el cuerpo grisáceo, distinguí dos manchas negras en los hombros y en los extremos de la parte inferior de las alas. No podía ser lo que me estaba imaginando... Se posó sobre un almendro, todavía sin flores, y de entre las ramas apareció ¡un semejante suyo! Apunté con los prismáticos y las dos impresionantes miradas rojas me hicieron estremecer... Una pareja de elanios ante mí como regalo celestial.


Más o menos recuperado del impactante descubrimiento, aguardé y disfruté de sus movimientos. Uno de ellos (quise imaginarme que el macho), el mismo que había expulsado a los grajos, levantó el vuelo hacia una de las lagunas y me pareció que se posaba en el suelo. El otro de los elanios se movió a un nogal cercano. Me sorprendió que prefirieran los árboles desnudos en vez de posarse sobre las pocas sabinas y encinas, tupidas y frondosas, que crecían próximas. Aunque los prismáticos estuvieron a la altura de las circunstancias brindándose semejante bautismo, maldije y remaldije mi cámara de fotos que no pudo captar la más mínima prueba de lo que os estoy contando... Queda, pues, para el futuro próximo la promesa de poner solución a este contratiempo haciéndome con un objetivo más apropiado.



Por último, me dirigí hacia una construcción de adobe a medio derruir en cuyos alrededores vi a un zorro deambular, buscando sin duda algo que llevarse a la boca. Según me aproximaba, confirmé que se trataba de un viejo colmenar abandonado. Se trata del segundo que conozco después del de mi pueblo, Carabias.


Los dos comparten la misma estructura consistente en un cercado de adobe con varios prunus y un habitáculo levantado sobre el muro sur que contiene encajonadas las colmenas hechas con troncos huecos.



Exterior del colmenar desde dentro del cercado



 
Vistas del interior del colmenar desde ambos extremos
Pared sur del colmenar. Nótese la existencia de dos colmenas, una destapada a la que se le ha caído la cubierta y otra que conserva su estado original y es visible el orificio de entrada y salida de las abejas que protege el trozo de teja.




Vista de las colmenas desde el interior del colmenar



En la soledad del antiguo colmenar abandonado, me pareció escuchar en el viento aquellos versos de Miguel Hernández profetizando el regreso del señor de la Casa de las Abejas:

"Volverás a mi huerto y a mi higuera:
por los altos andamios de mis flores
 pajareará tu alma colmenera 

de angelicales ceras y labores.
Volverás al arrullo de las rejas
 de los enamorados labradores.

Alegrarás la sombra de mis cejas,
y tu sangre se irá a cada lado
disputando tu novia y las abejas."





 Y así es como, tras volver a localizar la pareja de elanios, di por finalizada tan memorable tarde en las lagunas de Villalba para retomar la tarea menos grata que es el estudio.






Bajo los chopos de la izquierda, en el borde de los juncos puede distinguirse una "mota blanca".
Efectivamente, una vez más se trata de la garceta grande haciendo gala de su omnipresencia.