Sergio de Carabias

Sergio de Carabias

lunes, 29 de abril de 2013

La primavera de Monfragüe

No eran ni tan siquiera las ocho en punto de la mañana cuando, el pasado sábado, partíamos en coche para entroncar con la A-5 destino... el Parque Nacional de Monfragüe.

Tras un ameno viaje de dos horas, y habiendo dejado tras de nosotros un buen mar de nubarrones, llegamos a La Portilla que nos recibió con un espléndido sol bajo el que se templaban los grandes leonados entretenidos en sus nidos con sus pollos.



Buitre leonado echado sobre el nido con digiscoping.


Pollo del año bien crecido junto a su progenitor.



En un momento, el mirador se llenó de familias, prismáticos y telescopios.
Es un gusto comprobar cómo la observación de la naturaleza mueve personas
y el inmenso potencial que tiene esta pasión.

En el siguiente mirador sobre el Tiétar, se nos presentó la primera Dama Negra volando en círculos mientras cogía altura a una velocidad vertiginosa confiada a las fuertes corrientes.



También, en lo alto, se apareció el Negro Monje con la cabeza entre los hombros.






Más adelante, paramos en un arroyo con la firme intención de encontrar algún anfibio. Sin embargo, y pese a no localizar ninguno, la parada bien mereció la pena cuando comenzó el lance del milano negro con el alcaudón común; de una parte se ponía en suerte un bocado que llevar al nido y de la otra, el propio nido: en lo que tanto el milano como el alcaudón coincidían era en luchar por la supervivencia de la propia prole.

Tan pronto el milano se acercó a la encina donde se escondía el nido del alcaudón,
éste le salió al encuentro en su feroz defensa.


De vez en cuando, el alcaudón alcanzaba a picarle en la espalda al milano.



Pero por más que el alcaudón mostró ser un auténtico héroe,



su esfuerzo fue en vano, ya que el milano, mucho mayor, y buen conocedor de dónde se encontraba su botín,
no tardó en despistarle para lograr su objetivo.


Demostró una gran habilidad en el control de sus aleteos que le permitieron llegar hasta el interior de la encina...

para llevarse los polluelos del alcaudón (o directamente la hembra incubando, como señaló el dramático Antón)




Satisfecho, incluso parecía sonreír el muy gañán.


El raptor fue al encuentro de su pareja que le esperaba un poco más allá, en las alturas.



Fuimos testigos de un auténtico espectáculo de la naturaleza que nos dejó con una agridulce sensación... En fin, ¡la vida es así!




En el mirador de la Tajadilla observamos nuevos nidos de leonado hasta que apareció un zorrito bien descarado, más preocupado en la búsqueda de algún resto que llevarse a la boca que de la presencia humana.








Maese raposo atento a la retaguardia

 Justo detrás del observatorio de la Tajadilla crecen unos jarales bien frondosos que lucían sus blancas flores en todo su esplendor. Siguiendo el sendero marcado por unos conejos, recién internado en la espesura, salió delante de mí con gran estruendo esta graciosa hembra de ciervo que, repuesta del susto, me miró con gran curiosidad para seguir ladera arriba.





"Cama" donde la cierva yacía descansando.




Y después de una mañana tan agitada y completa, llegó la hora de ir a Villarreal de San Carlos para reponer fuerzas y encontrarnos con el amigo Alberto.










4 comentarios:

  1. Vaya pasada. Y pensar que yo hubiera podido ir!! Bueno, el curso de algas era ineludible.
    Geniales las fotos, campeón!
    Un saludo

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  2. Fantástico reportaje del PN Monfragüe... que envídia (sana). He estado por ir este año pero al final se truncaron los planes.
    Enhorabuena por tu trabajo.
    Un saludo

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  3. Qué fotos más majas :-D
    Fdo. El dramático Antón

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